El papel de la microbiota intestinal en la salud mental

La salud mental es fundamental para el bienestar integral de las personas. En un mundo cada vez más interconectado y lleno de retos, abordar este tema resulta crucial, no solo para prevenir enfermedades físicas, sino también para elevar la calidad de vida y la productividad.

El estrés, una respuesta natural del cuerpo ante estímulos, desempeña un papel central en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, cuando se vuelve crónico, puede convertirse en un desafío significativo, impactando negativamente sistemas vitales y alterando variables fisiológicas esenciales como la presión arterial, la temperatura corporal y los niveles de glucosa. Este desequilibrio afecta también a la microbiota intestinal, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares, metabólicas y trastornos gastrointestinales. Asimismo, promueve procesos inflamatorios que interfieren en la comunicación entre el intestino y el cerebro.

Investigaciones recientes han revelado que ciertas bacterias, en particular las probióticas, pueden desempeñar un papel clave en la mitigación de los efectos del estrés. Estas bacterias se comunican con el cerebro a través del nervio vago y las células neuroendocrinas intestinales, promoviendo tanto el funcionamiento digestivo como la función inmunitaria. Además, generan metabolitos que regulan la comunicación neuronal, impactando positivamente las funciones cerebrales y contribuyendo al equilibrio emocional y mental.

Bajo este contexto, un grupo de investigación del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) se encuentra estudiando el efecto del consumo de bacterias probióticas, a través de alimentos fermentados, como una estrategia coadyuvante para ayudar a reducir los padecimientos derivados del estrés como depresión, ansiedad y deterioro cognitivo.

El papel de la serotonina

Nuestro estado emocional está influenciado por neurotransmisores como la serotonina, que se produce principalmente en el intestino y juega un papel clave en el bienestar. Niveles bajos de serotonina pueden causar depresión, ira y otros trastornos. Dado que los tratamientos psicológicos convencionales pueden generar resistencia o dependencia, se han explorado alternativas que aprovechan la conexión entre los microorganismos intestinales y el cerebro para regular estos neurotransmisores de manera natural.

Según el CIAD, se ha descubierto que los microbios intestinales secretan neurotransmisores como serotonina, GABA y catecolaminas, los cuales afectan de manera positiva nuestro estado de ánimo. Ciertas bacterias, como las de los géneros lactobacillus y bifidobacterium, pueden mitigar algunos padecimientos mentales, lo que ha llevado al desarrollo de los psicobióticos, una prometedora alternativa para el tratamiento psicológico.

Investigaciones de la UNAM

Desde la UNAM, también se están realizando diversas investigaciones al respecto. Un ejemplo es el estudio de un grupo de científicos encabezado por Isaac G. Santoyo y Elvia María Ramírez Carrillo, del Laboratorio de Neuroecología Cognitiva de la Facultad de Psicología (FP), el cual revela que, la dieta que seguimos tiene un impacto profundo en la salud de la microbiota intestinal y del sistema nervioso.

Según el informe, una dieta con insuficiente ingesta de proteínas y lípidos de origen animal durante la niñez puede fomentar la pérdida de “antifragilidad” del organismo, lo que significa que pierde parte de su capacidad para responder ante cambios y perturbaciones. Según Ramírez Carrillo, en salud, los sistemas vivos son antifrágiles porque aprovechan las dificultades para fortalecerse, a diferencia de los frágiles, que se dañan, o los resilientes, que solo resisten sin mejorar.

Por otra parte, Santoyo, en diversas publicaciones, ha explorado cómo la microbiota intestinal se relaciona con los estilos de vida de distintas poblaciones mexicanas. Un hallazgo notable son los niños de la comunidad indígena Me’phaa en Guerrero, con una dieta rica en proteínas y grasas animales, quienes mostraron una mejor conectividad cerebral, atención y control de las distracciones.

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Karla García Gil/ Editora

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