Geoingeniería en debate: ¿solución o riesgo para el cambio climático?

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El cambio climático avanza más rápido de lo que las acciones de mitigación actuales pueden revertir. Frente a esta urgencia, la geoingeniería —el conjunto de tecnologías diseñadas para modificar deliberadamente el clima y reducir el calentamiento global— se perfila como una posible herramienta de emergencia. Sin embargo, sus implicaciones éticas, ambientales y políticas generan un debate global sobre hasta qué punto la humanidad debería intervenir en los sistemas naturales del planeta.

De la teoría a la experimentación

La geoingeniería abarca distintas estrategias, entre ellas la inyección de aerosoles estratosféricos para reflejar parte de la radiación solar, la captura directa de dióxido de carbono (CO₂) y la fertilización oceánica para aumentar la absorción de carbono por fitoplancton.

Aunque muchos de estos proyectos se mantienen en fase experimental, países como Estados Unidos, China y Reino Unido ya han financiado investigaciones que buscan evaluar su eficacia y seguridad. En México, la discusión tomó relevancia en 2023, cuando un intento privado de liberar partículas reflectantes en Baja California generó polémica y llevó al Gobierno federal a prohibir ensayos de geoingeniería solar sin regulación previa.

El dilema ético: intervenir o adaptarse

Sus defensores argumentan que la geoingeniería podría ser una herramienta temporal para contener el aumento de la temperatura mientras se reducen las emisiones globales. Pero sus detractores advierten que alterar deliberadamente los sistemas climáticos puede tener consecuencias imprevisibles, como cambios en los patrones de lluvia o afectaciones a la biodiversidad.

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Organismos como el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) han insistido en la necesidad de un marco internacional de gobernanza climática antes de aplicar cualquier tecnología de este tipo, subrayando que los riesgos podrían ser globales y desiguales.

Innovación responsable y transparencia

Más allá de la controversia, la geoingeniería ha abierto un espacio de diálogo sobre la responsabilidad científica y la transparencia tecnológica. Los expertos coinciden en que no se trata de “arreglar” el clima, sino de investigar con rigor, ética y supervisión pública.

El reto, por tanto, no es solo tecnológico, sino de gobernanza: cómo garantizar que las soluciones climáticas del futuro no repitan los errores del pasado.

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En un mundo que busca desesperadamente frenar el calentamiento global, la geoingeniería representa tanto una esperanza como una advertencia: la ciencia puede ofrecer herramientas poderosas, pero su aplicación sin consenso y sin límites podría generar más problemas de los que pretende resolver.

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Andrea Vázquez Azpíroz

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