En México, donde la jornada laboral puede extenderse con traslados largos, juntas imprevistas y alta carga de trabajo, alimentarse bien en horarios laborales es un reto, pero no una misión imposible. En este escenario, la comida corrida cumple un papel clave como opción asequible, completa y culturalmente arraigada para millones de trabajadores.

La comida corrida, con su combinación tradicional de sopa, guisado, arroz, frijoles y tortillas, suele ofrecer un balance adecuado entre proteínas, carbohidratos y vegetales. Más allá de su valor nutricional, representa también una red de empleo para miles de familias que sostienen fondas y cocinas económicas en todo el país. Por eso, más que sustituirla, el reto está en dignificar y mejorar las condiciones en que se consume: desde espacios para comer con tranquilidad hasta información accesible sobre decisiones alimenticias.
Comedores corporativos y fondas: aliados para una mejor nutrición laboral
Mientras algunas empresas grandes ofrecen comedores internos con menús balanceados o subsidios alimentarios, la mayoría de los trabajadores en PyMES, fábricas o servicios se alimentan en fondas o con comida casera traída desde casa. Ambas opciones pueden ser saludables si se acompañan de hábitos conscientes: evitar refrescos, controlar porciones o agregar más verduras al plato.
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En este sentido, hay empresas que han comenzado a tejer alianzas con cocinas locales, promoviendo menús accesibles y balanceados en conjunto con pequeños negocios. Esta estrategia beneficia tanto al talento como a la comunidad, generando un ecosistema de bienestar compartido.
Bienestar que se construye desde el plato
Las estrategias de bienestar corporativo más efectivas entienden que la salud no solo se juega en el consultorio, sino también en la mesa. Programas que ofrecen talleres de nutrición, acceso a snacks saludables o tiempos adecuados para comer están demostrando beneficios en la productividad y la retención del talento.

En el trabajo híbrido o remoto, el desafío es otro: mantener una rutina de alimentación sin caer en excesos o descuidos. Aquí, la cultura laboral también juega un papel. Promover pausas activas, limitar reuniones en horarios clave y fomentar el descanso real a la hora de comer puede hacer una diferencia significativa.
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Al final, comer bien en el trabajo no es un lujo, sino un derecho ligado al bienestar general. Reconocer el valor nutricional y social de las opciones tradicionales mexicanas, al tiempo que se amplían alternativas saludables, es un camino posible y necesario para construir entornos laborales más humanos.
 
													 
										
 
								 
													









